domingo, 16 de septiembre de 2012

Cuando la parodia raya en tragedia Noam Chomsky La Jornada No es fácil escapar de nuestra piel y ver al mundo de una forma diferente a como se nos presenta día con día. Pero es útil intentarlo. Probemos con algunos ejemplos. Los tambores de guerra están batiendo cada vez con más fuerza respecto de Irán. Imaginemos que se invirtiera la situación. Irán está librando una mortífera y destructiva guerra de bajo nivel contra Israel, con participación de las grandes potencias. Sus líderes anuncian que las negociaciones no están llegando a nada. Israel se niega a firmar el tratado de no proliferación nuclear y a permitir inspecciones, como ha hecho Irán. Israel sigue rechazando los abrumadores exhortos internacionales para establecer una zona sin armas nucleares en la región. A lo largo de todo el proceso, Irán cuenta con el apoyo de su padrino, la superpotencia. Los líderes iraníes anuncian entonces sus intenciones de bombardear a Israel. Destacados analistas militares iraníes señalan que el ataque podría ocurrir antes de las elecciones en Estados Unidos. Irán puede utilizar su potente fuerza aérea y los nuevos submarinos enviados por Alemania, armados con misiles nucleares y estacionados frente a la costa de Israel. Sea cual fuera el calendario, Irán cuenta con que la superpotencia que lo respalda participe en el ataque, si es que no lo encabece. Leon Panetta, secretario estadunidense de Defensa, declara que si bien no está en favor de un ataque de esa naturaleza, como país soberano Irán puede actuar conforme más le convenga. Todo esto, por supuesto, es impensable aunque de hecho está sucediendo con los personajes invertidos. Es verdad, las analogías nunca son exactas y ésta es injusta... para Irán. Al igual que su padrino, Israel recurre a la violencia a voluntad. Persiste en los asentamientos ilegales en los territorios ocupados, algunos de ellos ya anexados, en un desafío descarado del derecho internacional y del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. En repetidas ocasiones ha lanzado ataques brutales en contra de Líbano y de la enclaustrada población de Gaza, matando a decenas de miles de personas sin ningún pretexto creíble. Hace 30 años, Israel destruyó un reactor nuclear iraquí, acto que recientemente ha recibido encomios, evitando las sólidas evidencias, incluso de los servicios secretos estadunidenses, de que ese bombardeo no le puso fin al programa de armas nucleares de Saddam Hussein, sino más bien lo inició. El bombardeo de Irán podría tener el mismo efecto. Irán también ha lanzado agresiones, pero en los últimos siglos sólo lo hizo durante el régimen del sha, que contaba con el apoyo de Estados Unidos, cuando conquistó las islas árabes del golfo Pérsico. Irán emprendió su programa de desarrollo nuclear con el sha, con el fuerte apoyo oficial de Estados Unidos. El gobierno iraní es brutal y represivo, como lo son los aliados de Washington en la región. Su aliado más importante, Arabia Saudita, es el régimen fundamentalista islamita más extremo y gasta enormes fortunas para difundir sus doctrinas radicales wahabitas en otros países de la región. Las dictaduras del golfo Pérsico, también aliados favorecidos por Estados Unidos, han reprimido durante cualquier intento popular por participar de la primavera árabe. El Movimiento de los Países No Alineados –los gobiernos de la mayoría de la población mundial– se reunió recientemente en Teherán. El grupo ha endosado fervorosamente el derecho de Irán a enriquecer uranio y algunos de sus miembros, como India, por ejemplo, aplican el duro programa de sanciones estadunidenses sólo de forma parcial y con reticencias. Los delegados del Movimiento de los Países No Alineados reconocen la amenaza que domina la discusión en Occidente, articulada lúcidamente por el general Lee Butler, ex jefe del comando estratégico de Estados Unidos: Es peligroso en extremo que, en el caldero de animosidades que llamamos Medio Oriente, una nación se equipe con armas nucleares, lo cual inspira a otras naciones a hacer lo mismo. Butler no se refería a Irán, sino a Israel, que en los países árabes y en Europa se considera que constituye la mayor amenaza para la paz en la región. En el mundo árabe, Estados Unidos está clasificado en el segundo lugar de las amenazas mientras que Irán, aunque no lo quieren, provoca mucho menos miedo. Efectivamente, muchas encuestas señalan que la mayoría considera que la región sería más segura si Irán tuviera armas nucleares para contrarrestar las amenazas que perciben. Si Irán efectivamente está avanzando para dotarse de armas nucleares –cosa que hasta ahora no saben los servicios secretos estadunidenses–, podría deberse a que se siente inspirado a hacerlo por las amenazas israelíes y estadunidenses, emitidas sistemáticas en violación explícita de la Carta de Naciones Unidas. ¿Por qué entonces el discurso occidental oficial presenta a Irán como la mayor amenaza para la paz mundial? La razón principal es reconocida por las fuerzas armadas y los servicios secretos estadunidenses e israelíes: Irán podría disuadir a Estados Unidos e Israel de recurrir a la fuerza. Aun más, Irán debe ser castigado por su exitosa rebeldía, que fue la acusación de Washington contra Cuba hace medio siglo, y que sigue siendo la fuerza motriz de los ataques estadunidenses contra la isla, a pesar de las condenas internacionales. Otros eventos que se presentan en la primera plana de los diarios podrían beneficiarse también si los vemos desde otra perspectiva. Supongamos que Julian Assange hubiera publicado documentos rusos que revelaran información importante que Moscú quisiera ocultar del público, y que las demás circunstancias fueran idénticas. Suecia no titubearía en realizar su único interés anunciado, aceptando el ofrecimiento de interrogar a Assange en Londres. Declararía que si el fundador de Wikileaks regresara a Suecia (como él mismo ha aceptado hacer) no sería extraditado a Rusia, donde son muy escasas las posibilidades de que tenga un juicio justo. Suecia sería reconocida por su posición conforme a sus principios. Julian Assange sería elogiado por realizar un servicio público; lo que, por supuesto, no obviaría la necesidad de tomar las acusaciones en su contra tan en serio como en cualquier otro caso de ese tipo. La noticia más destacada del día en Estados Unidos son las elecciones. Louis Brandeis, juez de la Suprema Corte estadunidense, ofreció una perspectiva muy apropiada con estas palabras: Podemos tener democracia en este país, o podemos tener la riqueza concentrada en manos de unos cuantos, pero no podemos tener las dos cosas al mismo tiempo. Guiados por esa perspectiva, la cobertura de las campañas electorales deberían concentrarse en el efecto de la riqueza en política, analizado ampliamente en el reciente estudio de Martin Gilens, Prosperidad e influencia: La desigualdad económica y la fuerza política en Estados Unidos. Él encontró que la gran mayoría es incapaz de influir en la política del gobierno cuando sus preferencias divergen de las de los ricos, los cuales básicamente obtienen lo que quieren cuando algo les importa. No es sorprendente, pues, que en una reciente clasificación de los 31 miembros de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico, Estados Unidos haya quedado en el lugar número 27 en términos de justicia social, a pesar de sus extraordinarias ventajas. Ahora bien, el tratamiento racional de los asuntos tiende a evaporarse en las campañas electorales, en formas que a veces rayan en la comedia. Para poner un ejemplo, Paul Krugman asegura que el tan admirado Gran Pensador del Partido Republicano, Paul Ryan, reveló que sacó sus ideas sobre el sistema financiero del personaje de una novela de fantasía –Atlas Shrugged, de Ayn Rand–, que aboga por el uso de monedas de oro en lugar de papel moneda. Solamente queda inspirarnos en un escritor realmente distinguido, Jonathan Swift. En Los viajes de Gulliver, los sabios de Lagado llevan consigo a cuestas todas sus pertenencias, que utilizan en los trueques sin las molestias del oro. Entonces la economía y la democracia podrían florecer verdaderamente. Y, lo mejor de todo, las desigualdades se reducirían notablemente, lo que sería un regalo para el espíritu del juez Brandeis. Noam Chomsky es profesor emérito de lingüística y filosofía en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, en Cambridge, Massachusetts (La recopilación de artículos más reciente de Noam Chomsky es Making the Future: Occupations, Interventions, Empire and Resistance). Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2012/09/09/index.php?section=opinion&article=024a1mun

martes, 11 de septiembre de 2012

Chile tiene memoria y no olvida a sus víctimas

MILES DE PERSONAS SE MOVILIZARON EN SANTIAGO EN UN MES SIMBOLICO El pueblo de Chile recuerda los 39 años del golpe de Estado. “Renovamos nuestro compromiso de conquistar un Chile justo como soñaron nuestras víctimas”, dijo Pizarro, presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos y Desaparecidos. Miles de personas marcharon en Santiago ayer para recordar a las víctimas de la dictadura militar liderada por Augusto Pinochet, quien interrumpió el orden constitucional de Chile, durante 17 años, tras el golpe contra el gobierno del presidente Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973. La jornada de protesta finalizó con ocho detenidos. “A pesar de la tristeza que tiene el recordar 39 años desde el golpe de Estado y lo que significó para nuestro pueblo y nuestros familiares, ¡cómo no sentir satisfacción de que seamos un pueblo que tiene memoria y conciencia!”, exclamó la dirigente de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (AFDD), Mireya García, aludiendo a la multitudinaria marcha. Por su parte, el diputado comunista Hugo Gutiérrez manifestó que cada día está más contento de que la gente guarde en su memoria a Salvador Allende y a todos los que fueron víctimas de la violencia genocida de un dictador. En tanto, la presidenta de la AFDD, Lorena Pizarro, hizo un llamado para que el gobierno de Sebastián Piñera dirija “un país donde la gente los eligió no para reprimir, no para invisibilizar los derechos humanos, sino para terminar con la impunidad y avanzar en verdad y justicia”. “Hoy, a 39 años del golpe fascista, nos reunimos una vez más en nuestro Memorial, donde renovamos nuestro compromiso de conquistar un Chile justo como soñaron nuestras víctimas de ayer y hoy”, dijo Pizarro. Los manifestantes partieron desde la plaza Los Héroes, en el centro de Santiago, con pancartas, banderas chilenas y del Partido Comunista (PC), cantando y bailando, para terminar en el cementerio general, donde se erige el Memorial del Detenido Desaparecido y Ejecutado Político, que recuerda a las víctimas del régimen militar. La protesta también recuerda el suicidio del ex presidente socialista Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973, durante un bombardeo al Palacio de La Moneda, en medio del golpe militar. Otro nombre que fue reiteradamente mencionado en la manifestación de ayer fue el del reconocido cantautor chileno Víctor Jara, detenido el día en que se produjo el golpe militar y asesinado cuatro días después. “Estos actos me dan esperanza para hacer una campaña para buscar justicia para Víctor, queremos que él sea punta de lanza para que se ponga fin a la impunidad de los asesinos”, dijo Joan Jara, viuda del artista. La marcha, que homenajeó a los presos, asesinados y desaparecidos por el terrorismo de Estado chileno, dio comienzo a las actividades en conmemoración al golpe de Estado, que continuarán mañana con una visita al monumento de Allende ubicado frente a La Moneda y una concentración con velas encendidas fuera del Estadio Nacional de Chile, emblemático centro de torturas. En el cierre del acto, efectivos de las Fuerzas Especiales de Car cabineros se enfrentaron con manifestantes en cercanías del cementerio general. Los hechos se produjeron luego de que la manifestación se desarrollara en forma pacífica, cuando cerca de cincuenta encapuchados comenzaron a armar barricadas, que prendieron fuego, ocupando semáforos, señalética pública y carteles de propaganda electoral en la entrada del cementerio municipal. El accionar de los encapuchados desató la reacción de los uniformados, quienes comenzaron a enfrentarse con los manifestantes, utilizando carros lanzaagua y gases. Asimismo, según precisó el portal del diario El Mercurio, los manifestantes atacaron a integrantes de la prensa que se encontraban cubriendo la manifestación, lanzándoles proyectiles. La dictadura de Pinochet dejó 3200 muertos y fueron 28.459 los presos políticos, según datos oficiales. El dictador fue perseguido por la Justicia, que lo mantuvo bajo arresto domiciliario por dos casos de violaciones a los derechos humanos, pero murió el 10 de diciembre de 2010 sin recibir ninguna sentencia. Un total de 76 agentes de la dictadura fueron condenados hasta mayo pasado por violaciones a los derechos humanos, y 67 de ellos fueron encarcelados, según un reciente estudio de la privada Universidad Diego Portales. Los tribunales chilenos mantienen abiertas 350 causas por desapariciones, torturas, encierros ilegales o conspiraciones que datan del período dictatorial y que involucran a unos 700 militares y agentes civiles.