lunes, 25 de octubre de 2010

EEUU será derrotado como en Vietnam...

Eso es lo que mi padre decía: "la prensa libre... libre para mentir y ocultar la verdad y los crímenes" de los guerreros yanquis en sus interminables guerras de conquista y dominio. Como si todas las atrocidades posibles y por haber no se hubieran documentado ya suficientemente, con fotos, videos y testimonios de miles de patriotas vietnamitas que eran acusados de "terroristas" por atreverse simplemente a defender su tierra patria del invasor extranjero.. contra franceses primero y contra los yanquis después. No puedo olvidar tampoco la guerra de Corea. Ocultar la verdad es una práctica corriente entre criminales y piratas alevosos. La lista de los valientes que con una simple pluma se atreven a desenmascarar al imperiaismo está siendo ya interminable.. Robert Fisk es uno de ellos. Enhorabuena. Miguel Fernández

Por Robert Fisk *

Como de costumbre, los árabes sabían. Sabían todo de las torturas en masa, del promiscuo tiroteo de civiles, del escandaloso uso del poderío aéreo contra viviendas de familias, de los despiadados mercenarios estadounidenses y británicos, los cementerios de muertos inocentes. Todo Irak lo sabía. Porque ellos eran las víctimas.

Sólo nosotros podíamos fingir que no sabíamos. Sólo nosotros en Occidente podíamos rechazar cada acusación, cada afirmación contra los estadounidenses o británicos, poniendo a algún digno general –vienen a la mente el vocero militar estadounidense Mark Kimmitt y el terrible jefe del estado mayor conjunto Peter Pace– a rodearnos de mentiras. Si encontrábamos un hombre que había sido torturado nos decían que era propaganda terrorista; si descubríamos una casa llena de niños muertos en un bombardeo aéreo norteamericano también era propaganda terrorista, o “daño colateral”, o una frase simple: “No tenemos información de eso”.

Desde luego, siempre sabíamos que sí la tenían. Y el océano de memorandos militares que se reveló este sábado lo volvió a demostrar. Al Jazeera ha llegado a extremos para rastrear a las familias iraquíes cuyos hombres y mujeres fueron asesinados en retenes estadounidenses –yo he identificado a alguna porque la reporté en 2004, el vehículo acribillado, los dos periodistas muertos, hasta el nombre del capitán local estadounidense– y fue The Independent on Sunday el primero en alertar al mundo sobre las hordas de pistoleros indisciplinados que eran llevados a Bagdad para proteger a diplomáticos y generales. Estos mercenarios, que se abrieron paso asesinando en las ciudades de Irak, me insultaron cuando les dije que estaba escribiendo acerca de ellos, allá en 2003.

Siempre es tentador desentenderse de una historia diciendo que “no es nada nuevo”. La idea de la “vieja historia” es usada por los gobiernos para enfriar el interés periodístico, pues sirve para cubrir la inactividad periodística. Y es cierto que los reporteros ya han visto antes algo de esto. La “evidencia” de la participación iraní en la fabricación de bombas en el sur de Irak fue filtrada por el Pentágono a Michael Gordon, del New York Times, en febrero de 2007. La materia prima, que ahora podemos leer, es mucho más dudosa que la versión generada por el Pentágono. Por todo Irak había material militar iraní de la guerra Irak-Irán de 1980-88, y la mayoría de los ataques contra los estadounidenses fueron llevados a cabo en esa etapa por insurgentes sunnitas. Por cierto, los informes que sugieren que Siria permitió el cruce de insurgentes por su territorio son correctos. He hablado con familias de los atacantes suicidas palestinos cuyos hijos llegaron a Irak desde Líbano a través de la villa libanesa de Majdal y luego por la ciudad norteña siria de Aleppo para atacar a los estadounidenses.

Pero, aunque escrita en escueto lenguaje militar, aquí está la evidencia de la vergüenza estadounidense. Es un material que puede ser usado por abogados en tribunales. Si 66.081 –me encantó ese “81”– es la cifra más alta disponible de civiles muertos, entonces la cifra real es infinitamente más alta, pues este registro sólo corresponde a los civiles de los cuales los estadounidenses tuvieron información. Algunos fueron llevados a la morgue de Bagdad en mi presencia, y fue el oficial a cargo quien me dijo que el Ministerio de Salud iraquí había prohibido a los médicos practicar autopsias de los civiles llevados por soldados estadounidenses. ¿Por qué se dio esta orden? ¿Tendría algo que ver con los 1300 reportes independientes norteamericanos sobre tortura en las estaciones policiales iraquíes?

Sin embargo, sospecho que esta masiva revelación de material de la guerra de Irak tiene serias implicaciones para periodistas y ejércitos por igual. ¿Qué caso tiene enviar equipos de reporteros a investigar crímenes de guerra y reunirse con gargantas profundas militares si de pronto casi medio millón de documentos secretos van a acabar flotando frente a uno en una pantalla?

Aún no hemos llegado al fondo de la historia de Wikileaks, y más bien sospecho que hay más de unos cuantos soldados estadounidenses implicados en esta última revelación. ¿Quién sabe si no llega hasta lo más alto? En sus investigaciones, por ejemplo, Al Jazeera encontró un extracto de una conferencia de prensa de rutina del Pentágono en noviembre de 2005. Peter Pace, el nada inspirador jefe del estado mayor conjunto, informa a los periodistas cómo deben reaccionar los soldados ante el tratamiento cruel de prisioneros, señalando con orgullo que el deber de un soldado estadounidense es intervenir si ve evidencia de tortura. Luego la cámara se mueve hacia la figura mucho más siniestra del secretario de Defensa Donald Rumsfeld, quien de pronto interrumpe casi en un murmullo, para gran consternación de Pace: “No creo que quiera usted decir que los soldados están obligados a detenerla físicamente. Su deber es reportarla”.

Desde luego, la significación de este comentario –crípticamente sádico a su modo– se perdió en los diarios. Pero ahora el memorando secreto Frago 242 arroja mucho más luz sobre esa conferencia de prensa. Enviada presumiblemente por el general Ricardo Sánchez, la instrucción a los soldados es: “Supuesto que el reporte inicial confirme que las fuerzas estadounidenses no tuvieron que ver en el abuso contra detenidos, no se realizará mayor investigación, a menos que lo ordene el alto mando”. Abu Ghraib ocurrió bajo la supervisión de Sánchez en Irak. Fue también Sánchez, por cierto, quien no pudo explicarme durante una conferencia de prensa por qué sus hombres dieron muerte a los hijos de Saddam Hussein en un tiroteo en Mosul, en vez de capturarlos.

El mensaje de Sánchez, según parece, debió haber tenido el visto bueno de Rumsfeld. Del mismo modo, el general David Petraeus –tan amado por los periodistas estadounidenses– fue presuntamente responsable del dramático incremento en los ataques aéreos en el curso de dos años: de 229 sobre Irak en 2006 a 1447 en 2007. Resulta interesante que los ataques aéreos de Estados Unidos en Afganistán se han elevado 172 por cierto desde que Petraeus asumió el mando militar allá.

Todo esto hace aún más asombroso que el Pentágono ahora se desgarre las vestiduras porque Wikileaks podría tener sangre en las manos. El Pentágono ha estado manchado de sangre desde que dejó caer una bomba atómica sobre Hiroshima en 1945, y para una institución que ordenó la invasión ilegal de Irak en 2003 –¿acaso la cifra de civiles muertos no fue allí de 66 mil, según sus propias cuentas, de unos 109 mil registrados?– resulta ridículo afirmar que Wikileaks es culpable de homicidio.

La verdad, por supuesto, es que si este vasto tesoro de informes secretos hubiera demostrado que la cifra de muertos era mucho menor de lo que la prensa proclamaba, que los soldados estadounidenses nunca toleraron la tortura por policías iraquíes, que rara vez dispararon a civiles en retenes y siempre llevaron a los mercenarios asesinos ante la Justicia, los generales estadounidenses habrían entregado estos expedientes a la prensa sin cargo alguno en las escalinatas del Pentágono. No sólo están furiosos porque se haya roto el secreto o porque se haya derramado sangre, sino porque los han pescado diciendo las mentiras que siempre supimos que decían.
Por Patrick Cockburn *

El gobierno iraquí prometió investigar si los empleados de la compañía de seguridad Blackwater estuvieron involucrados en asesinatos que no habían sido revelados hasta que aparecieron publicados por el medio Wikileaks. Además del caso ocurrido en Bagdad en 2007, cuando guardias de Blackwater asesinaron a 17 e hirieron a 18 civiles, el Buró de Periodismo de Investigación afirmó haber descubierto otros 14 casos cuando el personal de Blackwater abrió fuego contra civiles. La información surgió de los partes de guerra que fueron publicados por Wikileaks. Ese material muestra que más de diez civiles fueron asesinados y unos siete heridos por los integrantes de Blackwater, una compañía de seguridad privada estadounidense que ahora se llama Xe. En un tercio de los casos, los guardias privados estaban protegiendo a diplomáticos norteamericanos como parte de un contrato equivalente a 465 millones de dólares.

Los partes de guerra revelan repetidos casos en que les dispararon a vehículos civiles que pasaban cerca de los convoys. En una ocasión, hasta mataron al conductor de una ambulancia que había concurrido hasta un lugar donde había habido un ataque con bombas. En Bagdad, políticos sunnitas sostienen que los informes militares de Estados Unidos confirman y dan credibilidad a sus denuncias de que miembros de su comunidad estaban siendo torturados por las fuerzas de seguridad dominadas por los chiítas.

La organización Iraq Body Count (Recuento de cuerpos en Irak) afirma que los 400 mil partes de guerra difundidos por Wikileaks muestran que los muertos en Bagdad no son 107 mil, como la entidad estimaba, sino que a esa cifra deben sumársele 15 mil bajas más. Desde el comienzo de la guerra en 2003, los militares estadounidenses reiteraron que no tenían estadísticas de cuántos civiles iraquíes habían sido asesinados o heridos. El objetivo de esto habría sido impedir que se dieran protestas por estas pérdidas, como había ocurrido en Vietnam.

Los gobiernos de Estados Unidos y el Reino Unido intentaron restar importancia a las víctimas civiles en Irak, afirmando que sólo en cuatro de las 18 provincias del país existía un alto nivel de violencia. Hace poco, el Pentágono admitió que las muertes no militares llegaron a ser de 3500 o 4 mil en diciembre de 2006.

Aun así, el viceprimer ministro bitánico, Nick Clegg, dijo que las revelaciones de Wikileaks son extremadamente graves. “Debe investigarse todo lo que lleve a pensar que las reglas de la guerra fueron violadas y que la tortura fue tolerada”, dijo el político liberal. Clegg, antes de formar parte de la coalición de gobierno del premier conservador David Cameron, fue uno de los más férreos detractores de la participación británica en la guerra de Irak. “Su lectura es francamente desoladora”, declaró el vicejefe de gobierno a la cadena BBC, refiriéndose a la publicación de los documentos. “Son hechos muy graves y la administración estadounidense querrá dar su propia respuesta y no nos corresponde decirles cómo hacerlo”, agregó. La Casa Blanca todavía no hizo declaraciones, aunque la difusión de los documentos fue condenada por el jefe de estado mayor estadounidense, el almirante Mike Mullen. Dijo que fue una acción irresponsable y que pone en riesgo a muchas personas.

La organización Human Rights Watch (HRW) pidió a las autoridades iraquíes que investiguen las denuncias que afirman que sus tropas infligieron torturas y abusos sistemáticos a los detenidos. “El gobierno estadounidense tiene que investigar si sus fuerzas violaron el derecho internacional al transferir a miles de detenidos iraquíes a custodia iraquí a pesar del riesgo de tortura”, agregó.

El primer ministro en funciones iraquí, Nuri al Maliki, negó la veracidad de los papeles y denunció que la publicación en Internet persigue objetivos políticos. En ese clima, la Corte Suprema de ese país le ordenó ayer al Parlamento que se reúna para elegir a su nuevo presidente.

lunes, 18 de octubre de 2010

Las guerras del imperio son interminables...

Como todas las guerras imperiales el objetivo primario y último es la rapiña sin rastro alguno de respeto y consideraciones humanas para nadie... Esa lección la conocen muy bien en México.. vapuleado y humillado durante los todos escasos 234 años de historia de los EEUU... Y lo que queda por ver todavía..

Afganistán: una guerra inmoral
17/10/2010

Carta abierta de Michael Moore, cineasta estadounidense.
Camaradas americanos: Hace nueve años, un día como hoy invadíamos Afganistán. Yo estaba cumpliendo 40 años. Tenía un Discman y un Oldsmobile y participaba realmente del Live Journal(1). Eso fue hace mucho tiempo. Hace tanto tiempo, ¿alguien recuerda por qué estamos allí? Creo que cada uno de nosotros quería capturar a Osama Bin Laden y llevarlo ante la Justicia. Pero se escapó varias veces durante el primer mes o algo así. Desapareció. Nosotros permanecimos. Volviendo ahora la vista atrás, no tiene sentido.
Necesitando un nuevo pretexto para encarar esa misión, decidimos derrocar a los extremistas religiosos que gobernaban Afganistán. Y lo hicimos. A diferencia de Osama, nunca se fueron ¿Por qué no? Bueno, ellos eran afganos, era su país. Y aunque parezca demasiado extraño, una gran cantidad de afganos los apoyaba. Actualmente los talibán solo tienen 25 mil combatientes. ¿Creen ustedes que un ejército tan pequeño puede controlar y someter a una nación de 28 millones contra su voluntad? ¿Adonde está el error en esta situación? ¿Qué está pasando aquí?
La verdad es que no encuentro una respuesta. Mis generales no pueden decirme cuál es nuestra misión allí. Si fuimos a hacer salir a Al Qaeda, ya se fue. La CIA me explica que todavía hay unos cien en todo el país.
Mis generales admiten estar de acuerdo conmigo en lo siguiente:
1) No hay manera de derrotar a los talibán. Tienen mucho apoyo popular en las áreas rurales, la mayor parte del país. 2) Aunque hemos estado allí nueve años, la verdad es que son los talibán, no nosotros, no el gobierno afgano quienes controlan el país. Después de nueve años sólo hemos desplazado al 3% de los talibán. ¡¡3%!! (Sólo como referencia, nos llevó sólo once meses, después del Día D, derrotar a los nazis a través de Europa). 3) Nuestras tropas y sus comandantes están aún tratando de aprender el idioma, la cultura, las costumbres de Afganistán. El hecho es que el promedio de la gente no confía en nuestras tropas (especialmente después de que éstas han matado a muchos civiles, por exceso o por deporte). 4) El gobierno afgano que hemos instalado es corrupto a más no creer. La gente no confía en él. El presidente Karzai vive con antidepresivos y nuestros consejeros nos cuentan que muchas veces es errático y chiflado. Su hermano tiene una relación muy amistosa con los talibán y se cree que es el mayor traficante de heroína. La heroína es el principal contribuyente de la economía afgana.
La guerra en Afganistán es un mamarracho. Crece la insurgencia –y qué otra cosa podría esperarse: ¡tropas extranjeras han invadido y ocupado su país! La gente responsable del 9/11 ya no está allí. Entonces, ¿por qué estamos nosotros? Estamos entregando todos los días la vida de nuestros hijos e hijas por razones que nadie puede definir. En efecto, la única razón que yo advierto es que está llenando con billones de ganancias los bolsillos de las empresas contratistas. Esa es la razón para permanecer allí, así Halliburton podrá depositar mayores beneficios este trimestre.
Ya es tiempo, para mí, de hacer regresar a casa a nuestras tropas, ya mismo. No debe morir ningún otro usamericano. Sus muertes no nos proporcionan más seguridad ni le brindan más democracia a Afganistán.
No es nuestra misión derrotar a los talibán. Esa es una tarea del pueblo afgano –si eso es lo que quiere–. Existen muchos grupos y líderes despreciables en el mundo. No vamos a invadir 30 países para derrocar a sus regímenes. Esa no es nuestra tarea.
No voy a permanecer en Afganistán sólo porque aún estamos allí y porque todavía no hemos “ganado”. No hay nada que ganar. Nadie desde el Gengis Khan hasta Leonid Brezhnev pudo ganar allí. De modo que las tropas deben volver a casa. Rechazo seguir asustando al pueblo usamericano con la cantinela de la “Guerra al Terrorismo”. ¿Hay terroristas? Sí ¿Pueden atacar de nuevo? Lamentablemente, sí. Pero los terroristas activos son pocos y distantes entre sí y no deberían dictarnos cómo vivir nuestra vida cotidiana o hacernos ignorar nuestros derechos constitucionales. Ellos no deben distraernos de lo que son nuestras reales prioridades en materia de seguridad nacional: que cada uno tenga un buen trabajo, que las familias puedan comprar su propia casa y mandar a los chicos al colegio, un seguro universal de salud estructurado por nuestros representantes electos –y no por empresas codiciosas y hambrientas de ganancias–. Esa debería ser la verdadera seguridad de nuestros hogares.
¿Y qué hacemos con Osama bin Laden? ¿Hace nueve años que no podemos encontrar a un árabe de 1,85 m que aparentemente estaría siendo dializado? ¿Ni siquiera ofreciendo 25 millones a quien nos diga adónde está? ¿No les parece que alguien nos ha estado tomando el pelo hasta ahora? He aquí lo que yo sé: Osama bin Laden es un multimillonario, y hay algo que he aprendido sobre los ricos y es que ellos no viven en cuevas durante nueve años. Bin Laden está muerto o escondido en algún lugar adonde lo protege su dinero. O tal vez haya vuelto a casa.
Que es lo que nosotros deberíamos hacer. Ahora. Mis condolencias a las familias de todos los que han muerto en esta guerra. Muchos de ellos se enrolaron después del 9/11 queriendo ejercer su deber porque habíamos sido atacados. Pero no fuimos atacados por otro país. Fuimos atacados por unos pocos extremistas religiosos. Y no se derrota a unos pocos matones embarcando cientos de vehículos armados y cientos de miles de soldados hacia la otra mitad del mundo. Eso es pura idiotez.
Dios esté con ustedes.
No soy musulmán.