viernes, 18 de septiembre de 2009

Sigue la expansión de Israel

TRIBUNA: SLAVOJ ZIZEK

¿Qué sucede cuando no sucede nada?

SLAVOJ ZIZEK 22/08/2009

El 2 de agosto de 2009, después de acordonar parte del barrio árabe de Sheikh Jarrah en Jerusalén este, la policía israelí expulsó a dos familias palestinas (más de 50 personas) de sus hogares y permitió que unos colonos judíos se mudaran inmediatamente a las casas evacuadas. Aunque la policía mencionó una orden del Tribunal Supremo del país, las familias árabes expulsadas llevaban viviendo allí más de 50 años. El hecho, que llamó la atención de los medios mundiales -cosa excepcional-, forma parte de un proceso mucho más amplio y, en su mayor parte, ignorado.

Lo que sucede es la labor, lenta pero constante, de Israel para quitar la tierra a los palestinos

El mapa de Cisjordania parece un archipiélago fragmentado

Cinco meses antes, el 1 de marzo de 2009, se informó de que el Gobierno israelí había elaborado unos planes para construir más de 70.000 nuevas viviendas dentro de asentamientos judíos en Cisjordania; si dichos planes se llevaran a cabo, podrían aumentar el número de colonos en los territorios palestinos en unos 300.000, un paso que no sólo dañaría gravemente las posibilidades de un Estado palestino viable, sino que harían más difícil la vida diaria de los palestinos.

Un portavoz del Gobierno desmintió las informaciones y dijo que los planes tenían una importancia relativa: para construir nuevas viviendas en los asentamientos era necesaria la aprobación del ministro de Defensa y del primer ministro. Sin embargo, ya se han aprobado 15.000 de esos planes, y casi 20.000 de las viviendas previstas se encuentran en asentamientos que están lejos de la línea verde que separa Israel de Cisjordania, es decir, en las zonas que Israel no puede aspirar a conservar en ningún futuro acuerdo de paz con los palestinos.

La conclusión es evidente: al tiempo que, teóricamente, apoya la solución de dos Estados, Israel está creando una situación sobre el terreno que, en su momento, hará que en la práctica sea imposible dicha solución. El sueño en el que se apoya esta estrategia queda patente en el muro que separa una ciudad de colonos de la ciudad palestina cercana en una colina de Cisjordania. El lado israelí del muro tiene pintada la imagen de la campiña al otro lado, pero sin la ciudad palestina, sólo con la naturaleza, la hierba, los árboles... ¿No es el más puro ejemplo de limpieza étnica, imaginar el otro lado de la verja tal como debería ser, vacío, virginal, esperando a ser colonizado?

¿Qué significa todo esto? Para captar la verdadera dimensión de las noticias, a veces basta con leer dos noticias por separado; el significado surge al unirlas, como una chispa que explota en un cortocircuito eléctrico. El mismo día en el que llegaron a los medios las noticias sobre el plan del Gobierno para cons-truir 70.000 nuevas viviendas (2 de marzo), Hillary Clinton criticó el lanzamiento de cohetes desde Gaza y lo calificó de "cínico", para luego añadir: "No hay duda de que ningún país, incluido Israel, puede permanecer pasivo cuando su territorio y su gente sufren ataques con misiles".

¿Tendrían que permanecer pasivos los palestinos mientras les quitan las tierras de Cisjordania día a día? Cuando los pacifistas israelíes presentan su conflicto con los palestinos en términos neutrales y "simétricos" y reconocen que en ambas partes hay extremistas que rechazan la paz, deberíamos hacernos una sencilla pregunta: ¿qué sucede en Oriente Próximo cuando no ocurre nada en el plano directamente político-militar, es decir, cuando no hay tensiones, ataques ni negociaciones?

Lo que sucede es la labor, lenta pero constante, de arrebatar la tierra a los palestinos de Cisjordania: el estrangulamiento gradual de la economía palestina, el despedazamiento de sus tierras, la construcción de nuevos asentamientos, las presiones a los campesinos palestinos hasta que acaban abandonando su tierra (que van desde la quema de las cosechas y las profanaciones religiosas hasta los asesinatos individuales), todo ello respaldado por una red kafkiana de normativas legales.

Saree Makdisi afirma, en Palestine Inside out: An Everyday Occupation, que, aunque la ocupación israelí de Cisjordania está en manos de la fuerzas armadas, en realidad es una "ocupación mediante la burocracia": sus armas fundamentales son los formularios, los títulos de propiedad, los documentos de residencia y otros permisos. Esta microgestión de la vida diaria es la que garantiza la lenta pero firme expansión israelí. Uno tiene que pedir permiso para irse con su familia, para cultivar su tierra, para cavar un pozo, para trabajar, para ir a la escuela o a un hospital... Así, los palestinos nacidos en Jerusalén pierden, uno a uno, el derecho a vivir allí, a ganarse la vida, a la vivienda, y así sucesivamente.

Los palestinos suelen emplear el problemático cliché de que la Franja de Gaza es "el mayor campo de concentración del mundo", pero, en el último año, esa calificación se ha acercado peligrosamente a la verdad. Ésa es la realidad fundamental que hace que todas las "plegarias por la paz", en abstracto, sean escandalosas e hipócritas. El Estado de Israel está claramente llevando a cabo un proceso lento e invisible ignorado por los medios, una especie de lucha subterránea contra un topo, de tal forma que, un día, el mundo se despertará y verá que ya no hay una Cisjordania palestina, que la tierra está libre de palestinos, y que no tenemos más remedio que aceptar los hechos. El mapa de la Cisjordania palestina parece ya un archipiélago fragmentado.

En los últimos meses de 2008, cuando los ataques de colonos ilegales de Cisjordania contra campesinos palestinos se convirtieron en un hecho cotidiano, el Estado de Israel trató de contener los excesos (el Tribunal Supremo ordenó la evacuación de algunos asentamientos, por ejemplo); pero, como advirtieron muchos observadores, es inevitable ver esas acciones como unas medidas poco serias para contrarrestar una política que, en el fondo, es la política a largo plazo del Estado israelí, y que viola de forma increíble los tratados internacionales firmados por el propio Israel. Lo que dicen los colonos ilegales a las autoridades israelíes es: estamos haciendo lo mismo que vosotros, sólo que de forma más abierta, así que ¿qué derecho tenéis a condenarnos? Y la respuesta del Estado, en definitiva, es: sed pacientes, no os apresuréis, estamos haciendo lo que queréis, sólo que de manera más moderada y aceptable...

Es la misma historia desde 1949: Israel, al tiempo que acepta las condiciones de paz propuestas por la comunidad internacional, cuenta con que el plan de paz no va a funcionar. Los colonos descontrolados, a veces, recuerdan a Brunhilda en el último acto de La Valkiria de Wagner, cuando echa en cara a Wotan que, al desobedecer su orden explícita y proteger a Siegmund, sólo estaba haciendo realidad los deseos de él, que se ha visto obligado a renunciar a ellos por presiones externas, igual que los colonos ilegales hacen realidad los verdaderos deseos del Estado a los que ha tenido que renunciar por las presiones de la comunidad internacional. Mientras condena los excesos violentos descarados de los asentamientos "ilegales", el Estado israelí promueve nuevos asentamientos "legales" en Cisjordania y sigue estrangulando la economía palestina.

Una mirada al mapa cambiante de Jerusalén Este, donde los palestinos están cada vez más encerrados y ven su espacio recortado, es suficientemente significativa. La condena de la violencia antipalestina ajena al Estado oculta el verdadero problema de la violencia de Estado; la condena de los asentamientos ilegales oculta la ilegalidad de los legales. Ahí está el doble rasero de la alabada -por imparcial- "honestidad" del Tribunal Supremo israelí: a base de dictar de vez en cuando una sentencia en favor de los palestinos desposeídos y calificar su expulsión de ilegal, garantiza la legalidad de la mayoría de casos restantes.

Y, para evitar cualquier malentendido, que quede claro que tener todo esto en cuenta no implica, en absoluto, mostrar "comprensión" hacia los inexcusables actos terroristas. Al contrario, ofrece la única base desde la que es posible condenar los atentados terroristas sin hipocresía.

Slavoj Zizek es filósofo esloveno y autor, entre otros libros, de Irak. La tetera prestada. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Fuera FRanco del Valle de los Caídos

ERC pide que se retiren a Franco y sus colaboradores los honores de Estado
Tardà: "En cualquier país europeo sería impensable que el Estado mantuviera honores a los asesinos"
NATALIA JUNQUERA - Madrid - 03/09/2009

El Grupo Parlamentario de Esquerra Republicana-Izquierda Unida e Iniciativa Per Catalunya Verds, registrará mañana en el Congreso una proposición no de ley para la revocación de honores y condecoraciones reconocidos por el Estado a Franco, Emilio Mola, José Moscardó, Gonzalo Queipo de Llano, Juan Yagüe, Primo de Rivera, Onésimo Redondo, Luis Carrero Blanco y Carmen Polo.

Este grupo parlamentario recuerda que en 1948 Franco se arrogó por decreto la potestad de otorgar títulos nobiliarios y distinguió con ellos a una serie de personas cuyo mérito fue su "participación en el golpe de Estado que derrocó al régimen democrático o su colaboración con la dictadura". Y añaden: "El actual Estado democrático, que mediante ley declaró -aunque muy limitadamente-, la injusticia e ilegitimidad de la represión y el derecho de quienes la padecieron a la reparación, no puede mantener condecoraciones y honores a golpistas y represores".
"Es ridículo incluso que haya que debatir la retirada de honores a los asesinos, pero esta es la triste anomalía de este país", explicó el diputado Joan Tardà. "Se trata de títulos nobiliarios concedidos tanto por Franco como por el Rey antes de la entrada en vigor de la Constitución, como el concedido a Carmen Polo. El hecho de que gente que se distinguió por el ejercicio de la represión siga siendo reconocida con los máximos honores es impensable en cualquier otra democracia europea. Este será un debateque puede sacar los colores al Gobierno ante la Unión Europea y mantener la mala conciencia", añadió Tardà.
La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, que representa a los familiares de las víctimas de la Guerra Civil y la dictadura, también solicitó al Gobierno el pasado marzo que retirara los títulos nobiliarios que Franco había concedido a algunos de los militares golpistas más sanguinarios, como los generales Mola, Queipo de Llano o Dávila.
El ex ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, renovó el pasado 20 de febrero el título de Duque de Mola con Grandeza de España a los descendientes del general, que tras el golpe de 1936, había ordenado a su ejército: "Hay que sembrar el terror...eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros". Para la asociación, resultaba "incomprensible" que "quienes destruyeron la democracia durante cuatro décadas y sus descendientes reciban honores de Estado" mientras que los que la defendieron "se encuentran todavía en fosas comunes".

domingo, 13 de septiembre de 2009

Hay personas que elevan la solidaridad humana a niveles de proeza y heroismo sublimes y Neruda, con su sensibilidad de poeta, se convirtió para mi en un ser universal. Tal vez no hayas leído este artículo en El País, aparecido el 12/09/2009.

REPORTAJE: 70 años del poema imborrable de Neruda

España y Chile recuerdan la llegada a Valparaíso del barco con 2.500 republicanos enviado por el poeta

NATALIA JUNQUERA - Madrid - 12/09/2009

"Que la crítica borre toda mi poesía, si le parece. Pero este poema, que hoy recuerdo, no podrá borrarlo nadie", escribió Pablo Neruda. El poema tenía nombre de barco, Winnipeg, el que él mismo envió a Chile en septiembre de 1939 con 2.500 republicanos rescatados de campos de concentración franceses. Acaban de cumplirse 70 años de la proeza. La pasajera más joven, Elena Castedo, y el embajador chileno en España, Gonzalo Martner, compartieron con EL PAÍS los recuerdos de aquella gran operación de rescate.

Yo cumplí dos años el día que vimos Valparaíso", recuerda Castedo, de 72 años. "Fui la más pasajera más joven hasta que nacieron dos niños durante la travesía. Uno murió. Las condiciones higiénicas no eran muy buenas..."

El Winnipeg era un barco preparado para llevar a 78 personas. Subieron 2.500. El propio Neruda eligió por orden del presidente chileno, Pedro Aguirre Cerda, a los pasajeros con dos criterios. El primero, las habilidades de cada uno, porque la selección se llevó a cabo como una masiva entrevista de trabajo. "Necesitábamos especialistas. El mar chileno me había pedido pescadores. Las minas me pedían ingenieros. Los campos, tractoristas", escribió Neruda. "A veces, entrevistaba a algún escritor y le ponía que era abogado. Hubo una campaña de presión muy fuerte en Chile contra la llegada de 'los rojos españoles", explica Martner. "Por eso Neruda le dio aquel formato: se trataba de buscar a los españoles que pudieran contribuir con su oficio al desarrollo de Chile".

El segundo filtro eran las antipatías y simpatías políticas del propio poeta. "Neruda no fue muy generoso con los anarquistas", explica Marther. En cambio, fue benevolente con algunos de los republicanos cuyos oficios no encajaban en aquella gran operación de recursos humanos. "A uno que decía ser escritor, le inscribia como abogado. Y tiene una anécdota muy bonita con un trabajador del corcho. Neruda le dijo: 'En Chile no hay alcornoques'. Y él le contestó: 'Pues los habrá' y sólo por eso le dejó subir".

Deshechos por la guerra -"venían de la angustia, de la derrota", describió Neruda- los republicanos llegaban en trenes para subir al barco. "Las mujeres reconocían a sus maridos por las ventanillas de los vagones. Habían estado separados desde el fin de la guerra. Y allí se veían por primera vez frente al barco que los esperaba. Nunca me tocó presenciar abrazos, sollozos, besos, apretones, carcajadas de dramatismo tan delirantes", confesó el poeta.

Heridas imborrables

El padre de Elena llevaba consigo la humillación de haber perdido y heridas graves hechas en el frente de Madrid. Leopoldo Castedo, que luego se convirtiría en el historiador de referencia de Chile, y su padre, el abuelo de Elena, habían estado recluidos en el campo de concentración de Argèles sur Mer, al sur de Francia. Elena y su madre, en un centro de detención. Por eso, cuando años más tarde, Elena Castedo se reencontró con Neruda le saludó diciendo: "Estoy viva gracias a ti".

Estuvo a punto de no viajar en aquel barco. "No dejaban subir a nadie con infecciones y yo tenía tosferina. Mi madre temblaba mientras nos entrevistaban porque pensaban que no nos iban a dejar subir. Cada vez que yo tosía, ella me ponía la cabeza contra su falda y un señor que estaba detrás de nosotros en la cola y se dio cuenta de lo que pasaba, hablaba en voz alta para disimular".

Elena no lo recuerda. Olvidó toda la travesía porque cuando subió al Winnipeg aún no tenía edad para tener memoria. Los recuerdos que conserva se los han contado otros: su madre, su padre, su abuelo. De la misma manera, cuando regresó a España, en los años 70, no reconocía a aquellas personas que decían ser sur primos o sus tíos.

"Perdimos nuestro país, nuestra familia, nuestra casa, todo. El exilio es un descalabro. Yo le achaco a la guerra mi carácter nómada. Soy de donde vivo y vivo en muchos sitios: EE UU, Chile, España....", explica Castedo. Con ese sentimiento, el del desarraigo, escribió ya siendo abuela una novela que le valió una nominación a uno de los premios literarios más importantes de EE UU, el National Book Award y quen tituló El Paraíso.

La operación del Winnipeg fue financiada por el Gobierno Republicano en el Exilio, con Juan Negrín a la cabeza, y por los cuáqueros, una sociedad religiosa que pidió el anominato de su generosidad. Preguntado por si cree que hoy, cuando se cierran las fronteras a los inmigrantes, sería posible repetir un acto de solidaridad igual, el embajador de Chile responde: "Yo creo que sí. España ya nos devolvió aquel gesto acogiendo a los chilenos que huían de la dictadura de Pinochet".